Fernando Polo | Madrid 19/01/2012 02:46
A la abusiva autoridad del Barça sobre el Real Madrid de estos últimos años sólo le faltaba el episodio de anoche. Que dos defensas como Puyol y Abidal, curtidos en mil batallas pero con escaso curriculum goleador, sometieran al equipo blanco con dos goles brillantes, eléctricos y mágicos resultó paradójico. El catalán y el francés no olvidarán nunca este séptimo clásico seguido de éxito azulgrana en el Bernabéu.
El Barça ganaba en juego pero no en el marcador. CR7 había adelantado al Madrid a los once minutos y todas las miradas se dirigieron de inmediato a Messi. No se percataron de quePuyol es un tipo modélico, que ha jugado con la misma entrega sus 28 clásicos, que le va la marcha. A sus 33 años y pico, el fútbol quiso premiarle de nuevo. Y lo hizo de una forma caprichosa pero excelsa. En la misma portería que en el 2-6 del inolvidable 2 de mayo, con igual asistencia de Xavi y rematando de cabeza con toda la potencia del mundo como aquel día. Todo idéntico, salvo que en esta ocasión no se sacó el brazalete ni lo besó con el puño apretado. En sus 535 partidos oficiales con el Barça en 13 temporadas de culé ha marcado 12 goles y dos de ellos al Real Madrid y en el Bernabéu. Un orgullo. Fue su 51 partido seguido sin perder y esta vez marcando un tanto que daba la igualada pero, sobre todo, devolvía la cordura al marcador.
Sandro Rosell no tardará en proponerle la renovación de su contrato, que termina en 2013. Abidal acaba de dar la conformidad al suyo. Ha explicado que en ningún sitio hallará las mismas sensaciones. Ayer volvieron a recorrerle el cuerpo, como cuando celebró los 13 títulos ganados. Como aquel día que su amigo Puyol le entregó la capitanía para que levantara la copa de la Champions League en Wembley. Un gesto que dio la vuelta del mundo.
A lo largo de su carrera, el lateral francés no ha acompañado con goles su clarividencia y perserverancia defensiva. Llegó al Barça con un solitario gol en la copa francesa. En el Barça, la competición copera volvió a regalarle otro momento de gloria. Fue en San Mamés, en La Catedral, el 5 de enero de 2011, en los octavos de Copa ante el Athletic. Marcó el tanto del empate que acabó llevando al Barça a la final. Un año después, el mismo torneo le ha dado la segunda alegría culé. En el mismísimo Bernabéu, en los cuartos de final y para ganar el encuentro. No todos los delanteros pueden decir que han visto puerta en el coliseo blanco. Con la izquierda, con el empeine, con efecto... Un gol que celebró de igual forma que en Bilbao: girándose y mirando a sus compañeros. Un gol de todos.
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