Por Luis Ríos
luisrios2077@hotmail.com
La responsabilidad legal, moral y política que tienen las municipalidades de El Salvador es la de invertir en programas deportivos y recreativos con objetivos sociales y de desarrollo integral (salud y educación), pero dadas las deprimentes circunstancias a las que ha sido llevado el fútbol profesional, muchos alcaldes han tenido que intervenir directamente para que los equipos tradicionales de sus ciudades, especialmente de la segunda o tercera división, no desaparezcan o terminen «mendingando pan», como están en este momento el Atlético Balboa o el FAS, de la portentosa primera categoría del fútbol profesional de nuestro país.
Muchos alcaldes del país, sabiamente se han involucrado en estos proyectos, porque a pesar que en algunos casos no son partidiarios del fútbol, si conocen o al menos adivinan el enorme impacto que tiene en la mente de los niños y jóvenes de sus localidades, la presencia y el efecto de un equipo donde ellos sueñan con llegar, pero para ello saben que «hay que esforzarse y luchar».
La mayoría de equipos que apoyan las alcadías son de segunda y tercera, porque cuando se metieron a la primera división fracasaron rotundamente, pero este trabajo incide directamente en esa primera división, porque estos equipos ya no tienen que hacer el costoso trabajo de formación y fácilmente consiguen jugadores de gratis, sin que hayan invertido ni un cinco en su formación.
Por mala asesoría, muchos de estos ediles «tronaron» porque insistieron en hacer las cosas al revés. Quisieron invertir arriba, sin solidificar las bases con proyectos que para tener sostenilibilidad, necesitan una estructura fuerte, consistente y a largo plazo. Eso le paso a René Canjura, en Nejapa, quien contrató a un costoso cuerpo técnico de más de 10 mil dólares, pero innecesario, con una planilla para un equipo «profesional» de más de 50 mil y se disminuyó el apoyo para la construcción de esa base en ligas menores y escuelas de fútbol que estaban proyectadas en cantones y caseríos nejapenses.
La misma experiencia la vivió el Alcalde de Opico, Romeo Barrillas, aunque por lo menos él, no obstante que su equipo Juventud Independiente regresó a la segunda división, ha sobrevivido políticamente, pero con enormes costos, porque sus proyectos de escuela de fútbol no volvieron a ser los de antes. Habría que ver también cuales son las consecuencias políticas que tiene de esta mala incursión en el fútbol mayor, del Alcalde Will Salgado de San Miguel, después de vender al Aguila, peor ahora que tendrá un duro rival en el diputado Ricardo Gonzalez, para las próximas elecciones.
De todos formas, yo siempre incluyo a la Alcaldía de Opico, junto a Santa Tecla, Quezaltepeque y Soyapango, entre los municipios que más invierten de su presupuesto en programas deportivo-recreativos en función social, llegando en algunos casos a ocupar hasta el 20 por ciento para este rubro, lo cual es realmente digno de admiración, porque la ganancia agregada de esta inversión será eminentemente deportiva y eso también es función municipal, porque, ¿que ciudad no se siente orgullosa de tener estrellas deportivas que son ejemplos en su población o que alcalde no quiere hacer del deporte una profesión que sea opción de trabajo de la cual puedan depender sus jóvenes y futuros ciudadanos?
Los alcaldes ayudan a los equipos profesionales con uniformes, transportes, alimentación, pago de algún personal técnico que además ocupan en escuelas de fútbol, pero más que todo ocupan su liderazgo para conseguir patrocinios y ayudas para los equipos de sus localidades, pero en algunos casos ellos ponen de su bolsillo o de sus empresas o negocios para sacar adelante estos proyectos, de los cuales muchas veces han sido parte antes de ser alcaldes, ya sea como jugadores o dirigentes.
Lo que a veces vemos en las reuniones de esas ligas en la FESFUT, nada más son «shows» de entrevistas de partidos realizados, de pleitos de ligas, por cargos o con la misma FESFUT, de entrega de programaciones, de tablas de posiciones o castigos, porque la mayoría de las personas que allí llegan o «gerentean» a esos equipos son amigos de los presidentes de los equipos o de los alcaldes y son sus empleados o colaboradores que reciben alguna retribución por estar allí, ya que el peso de manutención de todo eso recae en las alcaldías, pequeños o medianos comerciantes o profesionales locales (que son los presidentes), o personas que siempre colaboran en esas poblaciones para mantener una actvidad que es toda una tradición y que no están dispuestos a dejar morir.
Obviamente que la inmensa mayoría de esos equipos no están planificando para llegar a una categoría en la Primera División y aunque compiten con todo corazón para ello, saben perfectamente de manera realista y sapiencial que «allí donde están, es a lo más que pueden aspirar», porque por ejemplo, cuando con César Augusto «El Piscuchita» Acevedo, subimos al Apaneca, siempre nos preguntabamos: «Dios míos y que estamos haciendo aquí».
Si bien es cierto teníamos en Apaneca una planificación, un proyecto de desarollo técnico e inversión (Escuelas Apaneca-Pepsi) y de talentos, así como un programa de sistematización del fútbol federado en todo Ahuachapán, además de un presidente visionario y honesto como Jaime García Prieto, que ponía mucho dinero, pero que creía ingenuamente que la FESFUT corría en su misma dirección, también era cierto que no teníamos en Apaneca a una ciudad con gente (afición) e infraestructura digna para un club de primera división.
Agregado a esto, también lastimosamente, eramos parte de la costumbre en El Salvador, donde había una directiva que solo aportaba ideas, pero sin ninguna noción deportiva, por lo cual nada más obstaculizaban los proyectos que habíamos elaborado como cuerpos técnicos especializados., había directivos que querrían luchar por puestos en la federación, que llegaban al Estadio Simeón Magaña, con su familia, a departir entre amigos sin pagar las entradas; un gerente que llegó propuesto por un «directivo de honor», que era el presidente de un banco (de Desarrollo), que no ponía ni un céntimo, pero que su recomendado tenía salario de ejecutivo, que no hacía nada y terminó endeudando al equipo y metido en pleitos judiciales y lo peor de todo, existía un alcalde que nunca supo para que era el proyecto, porque solo pensaba en su partido político, pero que ahora todavía sigue beneficiánsose del turismo y de la promoción que recibió Apaneca, porque esa era uno de los objetivos de subir a este equipo, que no tenía ni cancha donde jugar, o sea, promover y vender un bello lugar, lo cual se logró con creces con la publicidad colateral que da el fútbol.
La FESFUT y el INDES pueden tener al mejor aliado en la masificación deportiva o para trabajar en el resurgimiento del fútbol, en estos gobiernos locales, que en estos momentos de crísis son instituciones claves para trabajar en estos proyectos deportivo-sociales, porque ellos están directamente involucrados e interesados en el desarrollo y formación de su niñez y juventud y saben perfectamente que el fútbol es una de las mejores estrategias para alcanzar estos objetivos del desarrollo humano.
La prueba la tienen dentro de la misma FESFUT. Los actuales directivos deberían de investigar que se hizo en el Departamento de La Libertad para reunir a 15 alcaldes de diversos partidos políticos para que se metieran con tanto entusiasmo y amor a ejecutar proyectos de desarrollo del fútbol. Todavía quedan vestigios de esos proyectos, ya que existe el torneo de 10 escuelas de fútbol, trabajando con el nuevo proyecto del «fútbol a la medida del niño y del adolescente», del cual se retiraron 5 porque lastimosamente la FESFUT ya no le dio la importancia y seguimiento que se había prometido para estos proyectos, con la llegada de Rodrigo Calvo a la presidencia de esa institución federativa en el 2006.
En La Libertad todavía hay alcaldes visionarios que han seguido luchando solos por este fútbol federado, lo cual debería aprovechar y rescatar en la FESFUT. Si quieren testigos, pregúntenles a estos ediles de Santa Tecla, Quezaltepeque, Sacacoyo que persisten con sus escuelas de fútbol o también consulten porque fracasaron los proyectos de Ciudad Arce, Puerto la Libertad, Zaragoza, Colón (Lourdes) o del mismo Opico que se retiró y ahora lamentablemente compite con sus niños en el «fútbol 11» de hace 50 años que se juega en San Salvador.
Es urgente una nueva planificación que rescate estos «asocios» con las municipalidades, ahora que están de moda con Barack Obama estos «modelos de crecimiento» para trabajar unidos por nuestra sociedad, pero ojalá que no suceda lo mismo que en el ámbito político-empresarial, porque con ese sesgo con que se maneja la mentalidad de la ANEP y de algunos empresarios, políticos y analistas económicos con enormes «intereses privados», por más que el Presidente de la República, Mauricio Funes, trate de incluirlos o de hacerlos partícipes en las grandes decisiones del Estado, jamás encontrará grados de honestidad y franqueza por lo menos aceptables (si es que existe alguna escala de moralidad) y las respuestas siempre serán mezquinas, de cuestionamiento y malintencionadas, lo cual deberá agotar algún día la paciencia del Presidente de «todos los salvadoreños», especialmente los que no tienen voz, ni voto y gobernar nada más con lo que tiene.
luisrios2077@hotmail.com
La responsabilidad legal, moral y política que tienen las municipalidades de El Salvador es la de invertir en programas deportivos y recreativos con objetivos sociales y de desarrollo integral (salud y educación), pero dadas las deprimentes circunstancias a las que ha sido llevado el fútbol profesional, muchos alcaldes han tenido que intervenir directamente para que los equipos tradicionales de sus ciudades, especialmente de la segunda o tercera división, no desaparezcan o terminen «mendingando pan», como están en este momento el Atlético Balboa o el FAS, de la portentosa primera categoría del fútbol profesional de nuestro país.
Muchos alcaldes del país, sabiamente se han involucrado en estos proyectos, porque a pesar que en algunos casos no son partidiarios del fútbol, si conocen o al menos adivinan el enorme impacto que tiene en la mente de los niños y jóvenes de sus localidades, la presencia y el efecto de un equipo donde ellos sueñan con llegar, pero para ello saben que «hay que esforzarse y luchar».
La mayoría de equipos que apoyan las alcadías son de segunda y tercera, porque cuando se metieron a la primera división fracasaron rotundamente, pero este trabajo incide directamente en esa primera división, porque estos equipos ya no tienen que hacer el costoso trabajo de formación y fácilmente consiguen jugadores de gratis, sin que hayan invertido ni un cinco en su formación.
Por mala asesoría, muchos de estos ediles «tronaron» porque insistieron en hacer las cosas al revés. Quisieron invertir arriba, sin solidificar las bases con proyectos que para tener sostenilibilidad, necesitan una estructura fuerte, consistente y a largo plazo. Eso le paso a René Canjura, en Nejapa, quien contrató a un costoso cuerpo técnico de más de 10 mil dólares, pero innecesario, con una planilla para un equipo «profesional» de más de 50 mil y se disminuyó el apoyo para la construcción de esa base en ligas menores y escuelas de fútbol que estaban proyectadas en cantones y caseríos nejapenses.
La misma experiencia la vivió el Alcalde de Opico, Romeo Barrillas, aunque por lo menos él, no obstante que su equipo Juventud Independiente regresó a la segunda división, ha sobrevivido políticamente, pero con enormes costos, porque sus proyectos de escuela de fútbol no volvieron a ser los de antes. Habría que ver también cuales son las consecuencias políticas que tiene de esta mala incursión en el fútbol mayor, del Alcalde Will Salgado de San Miguel, después de vender al Aguila, peor ahora que tendrá un duro rival en el diputado Ricardo Gonzalez, para las próximas elecciones.
De todos formas, yo siempre incluyo a la Alcaldía de Opico, junto a Santa Tecla, Quezaltepeque y Soyapango, entre los municipios que más invierten de su presupuesto en programas deportivo-recreativos en función social, llegando en algunos casos a ocupar hasta el 20 por ciento para este rubro, lo cual es realmente digno de admiración, porque la ganancia agregada de esta inversión será eminentemente deportiva y eso también es función municipal, porque, ¿que ciudad no se siente orgullosa de tener estrellas deportivas que son ejemplos en su población o que alcalde no quiere hacer del deporte una profesión que sea opción de trabajo de la cual puedan depender sus jóvenes y futuros ciudadanos?
Los alcaldes ayudan a los equipos profesionales con uniformes, transportes, alimentación, pago de algún personal técnico que además ocupan en escuelas de fútbol, pero más que todo ocupan su liderazgo para conseguir patrocinios y ayudas para los equipos de sus localidades, pero en algunos casos ellos ponen de su bolsillo o de sus empresas o negocios para sacar adelante estos proyectos, de los cuales muchas veces han sido parte antes de ser alcaldes, ya sea como jugadores o dirigentes.
Lo que a veces vemos en las reuniones de esas ligas en la FESFUT, nada más son «shows» de entrevistas de partidos realizados, de pleitos de ligas, por cargos o con la misma FESFUT, de entrega de programaciones, de tablas de posiciones o castigos, porque la mayoría de las personas que allí llegan o «gerentean» a esos equipos son amigos de los presidentes de los equipos o de los alcaldes y son sus empleados o colaboradores que reciben alguna retribución por estar allí, ya que el peso de manutención de todo eso recae en las alcaldías, pequeños o medianos comerciantes o profesionales locales (que son los presidentes), o personas que siempre colaboran en esas poblaciones para mantener una actvidad que es toda una tradición y que no están dispuestos a dejar morir.
Obviamente que la inmensa mayoría de esos equipos no están planificando para llegar a una categoría en la Primera División y aunque compiten con todo corazón para ello, saben perfectamente de manera realista y sapiencial que «allí donde están, es a lo más que pueden aspirar», porque por ejemplo, cuando con César Augusto «El Piscuchita» Acevedo, subimos al Apaneca, siempre nos preguntabamos: «Dios míos y que estamos haciendo aquí».
Si bien es cierto teníamos en Apaneca una planificación, un proyecto de desarollo técnico e inversión (Escuelas Apaneca-Pepsi) y de talentos, así como un programa de sistematización del fútbol federado en todo Ahuachapán, además de un presidente visionario y honesto como Jaime García Prieto, que ponía mucho dinero, pero que creía ingenuamente que la FESFUT corría en su misma dirección, también era cierto que no teníamos en Apaneca a una ciudad con gente (afición) e infraestructura digna para un club de primera división.
Agregado a esto, también lastimosamente, eramos parte de la costumbre en El Salvador, donde había una directiva que solo aportaba ideas, pero sin ninguna noción deportiva, por lo cual nada más obstaculizaban los proyectos que habíamos elaborado como cuerpos técnicos especializados., había directivos que querrían luchar por puestos en la federación, que llegaban al Estadio Simeón Magaña, con su familia, a departir entre amigos sin pagar las entradas; un gerente que llegó propuesto por un «directivo de honor», que era el presidente de un banco (de Desarrollo), que no ponía ni un céntimo, pero que su recomendado tenía salario de ejecutivo, que no hacía nada y terminó endeudando al equipo y metido en pleitos judiciales y lo peor de todo, existía un alcalde que nunca supo para que era el proyecto, porque solo pensaba en su partido político, pero que ahora todavía sigue beneficiánsose del turismo y de la promoción que recibió Apaneca, porque esa era uno de los objetivos de subir a este equipo, que no tenía ni cancha donde jugar, o sea, promover y vender un bello lugar, lo cual se logró con creces con la publicidad colateral que da el fútbol.
La FESFUT y el INDES pueden tener al mejor aliado en la masificación deportiva o para trabajar en el resurgimiento del fútbol, en estos gobiernos locales, que en estos momentos de crísis son instituciones claves para trabajar en estos proyectos deportivo-sociales, porque ellos están directamente involucrados e interesados en el desarrollo y formación de su niñez y juventud y saben perfectamente que el fútbol es una de las mejores estrategias para alcanzar estos objetivos del desarrollo humano.
La prueba la tienen dentro de la misma FESFUT. Los actuales directivos deberían de investigar que se hizo en el Departamento de La Libertad para reunir a 15 alcaldes de diversos partidos políticos para que se metieran con tanto entusiasmo y amor a ejecutar proyectos de desarrollo del fútbol. Todavía quedan vestigios de esos proyectos, ya que existe el torneo de 10 escuelas de fútbol, trabajando con el nuevo proyecto del «fútbol a la medida del niño y del adolescente», del cual se retiraron 5 porque lastimosamente la FESFUT ya no le dio la importancia y seguimiento que se había prometido para estos proyectos, con la llegada de Rodrigo Calvo a la presidencia de esa institución federativa en el 2006.
En La Libertad todavía hay alcaldes visionarios que han seguido luchando solos por este fútbol federado, lo cual debería aprovechar y rescatar en la FESFUT. Si quieren testigos, pregúntenles a estos ediles de Santa Tecla, Quezaltepeque, Sacacoyo que persisten con sus escuelas de fútbol o también consulten porque fracasaron los proyectos de Ciudad Arce, Puerto la Libertad, Zaragoza, Colón (Lourdes) o del mismo Opico que se retiró y ahora lamentablemente compite con sus niños en el «fútbol 11» de hace 50 años que se juega en San Salvador.
Es urgente una nueva planificación que rescate estos «asocios» con las municipalidades, ahora que están de moda con Barack Obama estos «modelos de crecimiento» para trabajar unidos por nuestra sociedad, pero ojalá que no suceda lo mismo que en el ámbito político-empresarial, porque con ese sesgo con que se maneja la mentalidad de la ANEP y de algunos empresarios, políticos y analistas económicos con enormes «intereses privados», por más que el Presidente de la República, Mauricio Funes, trate de incluirlos o de hacerlos partícipes en las grandes decisiones del Estado, jamás encontrará grados de honestidad y franqueza por lo menos aceptables (si es que existe alguna escala de moralidad) y las respuestas siempre serán mezquinas, de cuestionamiento y malintencionadas, lo cual deberá agotar algún día la paciencia del Presidente de «todos los salvadoreños», especialmente los que no tienen voz, ni voto y gobernar nada más con lo que tiene.
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