En la vida de Mané Garrincha casi nada fue normal. Su padre tuvo 34 hijos, el alcohol apareció en su camino a los 10 años, contó con tantas amantes casi como goles marcó, sacó de quicio a Joao Goulart por su relación con la cantante María Angelica Gugani hasta el punto que el entonces vicepresidente del Brasil y futuro presidente se presentó en la casa de la vedette para reconciliarse con ella y al no abrirle destrozó la cerradura con una pistola del 38… La 'Alegría del Pueblo' fue un hombre de pasiones y excesos que no quedó al margen de las intrigas y luchas políticas y militares del Brasil de mediados del pasado siglo.
Los políticos sabían que si les hacía falta una dosis de popularidad una foto con Garrincha era una buena solución. Mané no decía que no nunca. Le daba igual, lo que quería era que se la hicieran y le dejasen tranquilo. No miraba ideales ni colores. No formaban parte de su vida, pero él sí interesaba a los órganos de seguridad.
A mediados de 1969, después de un accidente de tráfico en el que murió su suegra, lo que hizo que Garrincha volviera a refugiarse en el alcohol, su mujer, la cantante Elza Soares, buscó apoyo en un vecino de su casa en el 122 de la Rua Engenheiro Alfredo Duarte, a los pies del Cristo del Corcovado. Con el alcohol escondido en casa, Elza sospechaba que Homero, el mayordomo, le diera las botellas. Ruy Castro cuenta en 'Estrella solitaria. Un brasileño llamado Garrincha' (una biografía impresionante), que Mané escondía las botellas en el fondo de la piscina atadas a una piedra o que mandaba al frigo a Gilson, el hijo pequeño de Elza, para que le llevara una botella de tónica en la que antes había cambiado el contenido por cachaza.
En medio de ese drama, Elsa pidió ayuda a sus nuevos vecinos, el matrimonio que formaban el periodista del 'Correo da Manha' Arhur José Poerner y su mujer Erica. Preocupada por la depresión creciente de Garrincha, Elza convenció al periodista y escritor para que la ayudara. Poerner comenzó a visitar a diario la casa de Mané y encontró una salida inesperada para sacarle de la apatía: la caza de una comadreja. Idearon un plan que nunca dio resultado: una trampa para emborrachar al animal con cachaza y así atraparlo ya que sobrio les causaba pánico a los dos. Un buen día, cuando la comadreja llevaba tiempo sin ser vista, Mané dijo a su compañero que el animal había sido cazado y cocinado. Poerner no supo qué decir porque ya había oído antes de la boca del doble campeón del mundo que era un guiso exquisito.
En medio de esa cacería la amistad fue creciendo. Y a la vez la vigilancia de la casa. Poerner era militante en la clandestinidad del Partido Comunista brasileño, leía en alemán a Hegel y Marx y desde 1966 tenía prohibido participar en cualquier tipo de actividad política durante 10 años. Nacido en 1939, Poerner iba a ser una de las referencias intelectuales en la lucha contra la dictadura militar. Detenido en 1970, se exilió en Alemania y no pudo regresar a su país hasta 1984. Sigue en activo y todo su historial político-periodístico se puede consultar aquí
A mediados de 1969, el general Emilio Garrastazu Médici dio órdenes para activar la guerra sucia desde el Estado ante la aparición de la guerrilla de grupos de izquierda y las cada vez más frecuentes revueltas estudiantiles. Poerner había publicado un libro sobre el movimiento en las aulas brasileñas que fue prohibido pronto, pero le supuso, mientras estuvo en las librerías, unos buenos ingresos. Con ellos decidió comprarse un Escarabajo. Su idea era aprender a conducir, pero la realidad fue que Garrincha, sin coche desde el accidente en el que murió su suegra, se convirtió en el conductor habitual del Volkswagen y el que llevaba al periodista a todos los sitios.
El coche estaba bajo vigilancia y los grupos que le seguían informaron que junto a Poerner, el famoso Garrincha acudía de manera frecuente a encuentros clandestinos con miembros de partidos de izquierda extranjeros, con estudiantes u otros elementos clasificados como subversivos. Además, Mané vivía con Elza Soares, quien, como muchos artistas e intelectuales, no ocultaban su oposición frontal al régimen militar.
Con Elza Soares |
El 1 de agosto Elza recibió una llamada en su casa en la que se le amenazaba que si esa noche acudía al teatro Bolos en el que actuaba, se atuviera a las consecuencias. Antes de colgar, el comunicante lanzó una grosera frase racista. La actriz pensó que se trataba de un loco y no le dio más importancia. Mané fue a buscarla con el coche de Poerner para volver a casa desde el barrio de Leblon. En la Avenida Epitacio Pessoa dos coches intentaron cortarles el paso, pero Garrincha logró esquivarlos. Dentro de él iban hombres que no hicieron nada por ocultar sus armas. Sin embargo llegó un punto en el que cesaron la persecución. Mané y Elza se asustaron mucho, pero creyeron que era solo una advertencia. Poco iban a tardar en saber que no era así. "Tienen 24 horas para salir de Brasil. Si no, vamos a por ustedes". Una carta anónima en su buzón al día siguiente ya hizo que se tomaran el caso en serio. Consultaron con amigos y con empresas de seguridad. La conclusión fue que debía tratarse de algún grupo terrorista que intentaba secuestrarles al ser los dos personajes relevantes.
Garrincha con Joao Goulart Pdte Brasil (1961-64) |
Pasaron dos días tranquilos, pero en la madrugada del tercero los dos perros que tenían en casa comenzaron a ladrar. No era normal. El vigilante contratado por Garrincha salió armado para ver qué pasaba y descubrió a un hombre en la pared del edificio tratando de llegar al segundo piso. Disparó para obligarle a bajar, pero se encontró con la respuesta de otro revólver desde el otro lado de la calle. Los dos asaltantes, descubiertos, corrieron a un coche que les esperaba y desde el que salió una ráfaga de ametralladora que por poco no alcanzó a Milton Neves, el vigilante.
Al día siguiente la policía de Río se personó en la casa de Garrincha y decidió que se trataba solo de un intento de asalto. Elza y Mané sabían que no era así, que las amenazas venían de otro sitio. Asustados y sabiendo que el aviso iba muy en serio decidieron hacer lo que miles de brasileños en aquellos días: abandonar su amado país. Roma sería su destino.
Miguel A. Lara
El poder del balón.
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